Mi abuelo (sí, os voy a contar la historia en primera persona) era un espíritu joven con una imaginación inagotable. Supongo que como a muchos de nuestros abuelos, les tocó buscarse la vida, y mi abuelo no paró hasta conseguirlo. Salió de las minas de Mazarrón (Murcia), se fue a Barcelona con una mano delante y otra detrás, le pillo la guerra civil, pero nada le frenó. Fundó empresas de todo tipo: aceites de linaza, aprestos para la seda, goma de garrofín, máquinas de ordeñar, piensos, y finalmente productos panaderos. Esta última fue, Mali Fibras Granados, en 1939, que desde entonces se ha dedicado a la elaboración de productos para el mundo panadero.

El mundo del pan le fascinaba y no se conformó sólo con trabajar en él. Escribió muchos libros como “Hacer pan y bollería es fácil”, “Pan y bollería erótica”, “El pan y el ajo” (no es broma, no, siempre llevaba ajos en el bolsillo, y cada día se comía 2 o 3. Decía que era su truco de la eterna salud y juventud), y “adelgazar comiendo pan artesano”. También estuvo involucrado en los inicios del Gremio de panaderos de Barcelona y fue galardonado con la Insignia de Oro del Gremio de Panaderos de Barcelona en 1996.

Durante sus últimos años en Mali, elaboró el Pan Fibroso, un pan que ayudaba al proceso intestinal, y tras esto cedió las riendas a su hijo David Granados (mi padre).

Pero evidentemente no se quedó sin hacer nada, sus otras pasiones eran la pintura y vivir (3 matrimonios y alguna novia a partir de los 85 años, pero esto os lo contaré otro día), así que montó una galería de arte y allí disfrutó de la pintura, familia y amigos, hasta el fin.